Uber: la última frontera y el nuevo paradigma
La aparición de Uber en la escena global responde directamente a la manera en como hemos cambiado, reta un aspecto de la soberanía en el que hasta ahora no se había pensado, y da origen a un nuevo paradigma.
Por Stephanie Henaro
Henry David Thoreau decía que “las cosas no cambian; cambiamos nosotros”. La aparición de Uber en la escena global responde directamente a la manera en como hemos cambiado, reta un aspecto de la soberanía en el que hasta ahora no se había pensado, y da origen a un nuevo paradigma.
La última frontera
Hoy en día nuestra comunicación se ha digitalizado. El celular juega un papel central en nuestras vidas y resulta cada vez más fácil escribir un mensaje que realizar una llamada. He ahí la importancia y el origen de “las apps”. Por otro lado, el hecho de que una parte de la movilidad interna de los habitantes de un Estado sea controlada por “una plataforma tecnológica” que se le adelantó a su arquitectura, lo desplazó de su papel de regulador central y lo invitó a adaptarse, merece ser analizado. Mientras, se sugiere que cuestiones como interacción con la economía mexicana, la información de los usuarios y su impacto social sean balanceadas al alba del nuevo paradigma.
- Control de la movilidad interna. En un mundo globalizado en donde las fronteras más tradicionales han caído, el control sobre el movimiento de los individuos se ha convertido en el último bastión de la soberanía, es decir, en la última frontera. Tradicionalmente, este enfoque sólo había sido experimentado en su aspecto externo. Las políticas migratorias cada más vigorosas y centrales en la vida de una nación regulan la entrada y salida de los individuos a manera de rectificar la autoridad del Estado y reafirmar su jerarquía. Tomemos el ejemplo de Australia, Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, al igual que todo lo que habita en el universo, la movilidad sobre los individuos también contiene un aspecto interno que hasta ahora no había sido retado. Uber ha logrado traspasar esa frontera.
- Descentralización parcial de la soberanía. El alcance de las fuerzas globalizadoras y la naturaleza transfronteriza del ciberespacio rebasaron a la arquitectura del Estado y han dado paso al caos que está generando el nuevo paradigma. La aparición de Uber y modelos similares en la escena global desplazan al Estado en su facultad de fuerza reguladora central y manifiestan una descentralización parcial de la soberanía. La “app” toma este papel, fija sus términos y condiciones, y regula una transacción entre “privados” que culmina en un “servicio de chofer privado” que no pasó por la intervención de Estado. Se le adelantó.
- Capacidad de adaptación del Estado. Al definirse como una “plataforma tecnológica” más que como una empresa, Uber reta la capacidad de adaptación del Estado. Al tener su capital en el ciberespacio, se muestra bajo una geografía que sorprende a la arquitectura estadista tradicional y se convierte en el primer actor global que a través del ciberespacio ingiere en la movilidad interna de una parte de los habitantes de un Estado, sin su intervención, invitándolo de esta manera a la adaptación de sus facultades mediante acuerdos regulatorios, que garantizan su control y vigencia dentro del nuevo paradigma. Después de todo, es esto lo que ha venido caracterizando al Estado moderno desde el inicio de la globalización.
Nuevo paradigma
Uber fue fundada hace seis años en San Francisco y se define como una “plataforma tecnológica que vincula al ciudadano con un servicio de chofer particular, que funciona a través de la app y concreta un servicio de un privado a un privado”. Se encuentra en 58 países y 300 ciudades, ilustrando de esta manera su capacidad de acción global y la naturaleza porosa de las fronteras ante el ciberespacio. Un contexto que, al romper definitivamente con viejos esquemas, se encuentra generando el caos que dará origen al nuevo paradigma.
La llegada de Uber a México hace casi dos años ha sido centro de polémica. Al haber experimentado una gran aceptación, estar en cinco ciudades, contar con aproximadamente 700,000 usuarios y haber generado más de 50,000 empleos, “la plataforma” ha provocado inconformidades entre los taxistas. Sienten que representa una competencia desleal y lo han expresado mediante marchas, bloqueos, protestas e incluso ataques en contra de vehículos de Uber, con el fin de presionar a las autoridades.
Sin embargo, el Gobierno del Distrito Federal (GDF) ha decidido reconocer el alcance de internet y adaptarse a las nuevas circunstancias con el fin de evolucionar y mantener su facultad reguladora.
La semana pasada, el GDF se convirtió en el primero en América Latina en regular a Uber y, por lo tanto, representa un parteaguas que invita a la reflexión. La regulación impuso una aportación de 1.5% del costo de cada viaje para constituir el “Fondo para el Taxi, la Movilidad y el Peatón”. Se estableció también que el precio de los vehículos de la plataforma deberá ser de mínimo 200,000 pesos, además de cumplir con ciertas condiciones de seguridad, acuerdo que sin duda forma parte de los planos de una nueva arquitectura del Estado y que lo acerca de nuevo a su posición de regulador central.
No obstante, cuestiones como el rol de Uber en la economía mexicana, el doble filo en la posesión de información de los usuarios y el impacto social de estos servicios deben ser balanceadas al alba del nuevo paradigma:
- Uber y la economía mexicana. En su calidad de actor global, Uber adquiere cierto peso frente a los gobiernos individuales. En el caso de México, tiene la capacidad de inyectar dinamismo en nuestra economía en la forma de empleos y en el fluir vial. La plataforma ha generado más de 50,000 empleos y, por cada unidad que circula al día en la ciudad, es posible retirar 10 autos particulares de las calles. Con vías menos congestionadas la productividad puede aumentar de la misma manera que la calidad de vida de los habitantes. Sin embargo, de la misma manera que la plataforma es capaz de crearlo, también puede frenarlo con el fin de reforzar sus decisiones y necesidades. Es de esta manera que las fuerzas gubernamentales deben de buscar la manera de equipararse con el fin de lograr el balance adecuado.
- Información de los usuarios. Uber es una plataforma tecnológica que concreta un “ servicio entre dos privados” y cuenta con aproximadamente 700,000 usuarios a nivel nacional. Para esto, recolecta información de ambas partes que hacen que esto sea posible. Del lado de los usuarios, almacena datos como el nombre, número de celular, tarjeta de crédito y ubicaciones. Además de proporcionar la visibilidad del servicio mediante el GPS. Como usuario eres capaz de ver en donde se encuentra el Uber desde el momento en que se “cierra el trato” hasta la llegada al destino final. Resumiéndose en un servicio práctico que brinda control y seguridad al usuario. No obstante, toda esta información podría tener ciertas repercusiones de seguridad en caso de caer en las manos equivocadas. Uber debe estar a la vanguardia en servicios de protección de datos y acuerdos de privacidad para llegar a un balance adecuado entre practicidad y seguridad.
- Impacto social. El servicio de Uber es accesible a cualquier usuario de un smartphone que posea una tarjeta de crédito. Esto puede aumentar la calidad de la movilidad de algunos ciudadanos y acercarlos a un estilo de vida que normalmente les habría sido difícil alcanzar. Sin embargo, esto mismo también corre el riesgo de reforzar la segmentación social. En la actualidad sólo cuatro de 10 mexicanos usan tarjetas bancarias, mientras que los smartphones representan sólo 20% de las conexiones móviles. La población más pobre quedará fuera de esta mejora. Es sólo si el gobierno invierte los recursos y planeación necesarios para una mejora de la transportación y movilidad a su cargo que el derrame de esta innovación en la transportación también podrá alcanzar a los menos favorecidos.
Stephanie Henaro es consultora en estrategias nacionales e internacionales. Tiene el grado de Maestra en Geopolítica, Territorio y Seguridad por la universidad de King’s College London.