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lunes, 29 de julio de 2013

Se prueba el juego del "dilema del prisionero" en prisioneros y estudiantes y los resultados no son los que en teoría suponen los economistas

http://www.ecoosfera.com/2013/08/sodastream-el-mayor-enemigo-de-la-industria-refresquera/



SodaStream, el mayor enemigo de la industria refresquera

Dispositivo ecoamigable que te permite crear bebidas carbonatadas en casa pone a la industria refresco ( Coca-Cola y Pepsi) muy nerviosos.

Ecoosfera  || Ago 3, 2013 || Visitas : 1128

Las míticas batallas a las que se han enfrentado Coca-Cola y Pepsi a lo largo de la historia ahora cambian de rumbo para enfrentarse con un nuevo enemigo: SodaStream. Se trata de una máquina que permite crear bebidas carbonatadas de varios sabores en casa, lo cual se traduce en un beneficio enorme para el medio ambiente; la idea es poder prescindir de las botellas de plástico.
El eslogan de SodaStream es simplemente: “Con SodaStream puedes ahorrar 2 mil botellas cada año. Si amas las burbujas, déjalas libres”. Este es el mensaje que han buscado transmitir con su última campaña publicitaria, que, además de ser todo un escándalo, arremete directamente contra los gigantes refresqueros Coca-Cola y Pepsi que tienen todo menos conciencia ecológica.
La marca difundió este spot en el Reino Unido, donde se ve a distintas personas utilizando este dispositivo para crear refresco en casa. Cada vez que la activan explotan las botellas de refresco en las tiendas y los almacenes. Poco tiempo después de su emisión, el gobierno prohibió que la pieza fuera difundida en televisión alegando que “denigraba a los refrescos”. Ante esto los creadores sacaron partido de la situación y crearon otro video donde no se ve como se volatizan los refrescos, pero sí se escuchan, evocando claramente la pieza censurada.
Como era de esperarse, la censura sólo logró que el video se viralizara en la Red y lo vieran más de un millón de personas; las ventas de SodaStream se han disparado.  Coca-Cola y Pepsi tienen razón en estar nerviosos, nunca antes una campaña había acometido tan poderosamente contra ellos, y, cabe decir, tan elegantemente. Ya era hora de que surgiera un dispositivo así.

viernes, 26 de julio de 2013

Agua embotellada y sus externalidades negativas


http://actualidad.rt.com/ciencias/view/101107-cientificos-alertan-peligros-agua-embotellada

Beber agua embotellada puede causar daños importantes a la salud

Publicado: 26 jul 2013 | 6:12 GMT Última actualización: 26 jul 2013 | 7:31 GMT
En un estudio publicado en la revista científica 'InFuture', los investigadores advierten que el daño causado por beber agua embotellada es mayor que sus supuestos beneficios.
Tras un análisis químico de este tipo de agua, los científicos encontraron que el fluido presenta un alto contenido en desinfectantes para agua, restos de productos farmacéuticos y otros productos químicos, lo que hace que el agua envasada pueda causar daños importantes a la salud, a menudo más importantes que los del agua del grifo. 

Según Chris Winder, profesor de toxicología de la Universidad Católica Australiana, los estudios realizados en animales han concluido que el bisfenol-A puede provocar diversos problemas de salud, como trastornos en el sistema reproductivo, en el sistema nervioso central, tiroides, así como conducir a la obesidad o causar hipertensión y diabetes. 

Un estudio anteriormente realizado en EE.UU. reveló que en la orina del 95% de las personas que bebían agua embotellada a las que se les realizaron análisis, incluidos niños y mujeres embarazadas, presentaban restos de bisfenol-A. 

Asimismo otro de los inconvenientes añadidos del agua embotellada es su elevado coste, unas cien veces más que la del grifo, amén de que la producción de botellas de plástico contribuye a la contaminación del medio ambiente, pues para el envasado de agua se producen alrededor de 1,5 millones de toneladas de plástico al año.


Texto completo en: http://actualidad.rt.com/ciencias/view/101107-cientificos-alertan-peligros-agua-embotellada

Michoacán, el estado fallido, la ausencia de derechos de propiedad y la delincuencia organizada y la extorsión a los pobladores y productores. El impacto sobre la inflación de la delincuencia organizada por la extorsión a los productores y el "pago de derecho de piso"




http://www.jornada.unam.mx/2013/07/20/opinion/017a2pol

El misterioso precio del limón
Ilán Semo
E
l 20 de junio, la agencia de noticias Bloomberg, un sistema de información dedicado a las finanzas mundiales, publicó un detallado reportaje que llevaba el (nada) extraño título de: Porqué el fin del ataque de los carteles de la droga contra el limón es un triunfo de Carstens. El lead de la nota contenía, en rigor, la clave del extraño correlato entre los narcos, los limones y el encargado de velar por el buen funcionamiento de la economía nacional: El Ejército Mexicano está apoyando al gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, en su lucha para estabilizar la inflación. La historia es como sigue.
Desde 2011, año en que los poderes locales del es­tado de Michoacán cambiaron de mano, los carteles del crimen organizado empezaron a extender sus dominios al control de las cosechas y la comercialización de los prósperos cultivos de limón y aguacate en el fértil territorio donde habitan los pobladores de La Ruana, Bellavista y Tepalcatepec. En un breve lapso, lograron establecer quién, cuánto y cuándo sembraba qué cultivo en la región y, sobre todo, el pago de onerosas cuotas para entregar las cosechas a los transportistas.
Los pagos por derecho de aduanapara comercializar los frutos pronto se reflejaron en los precios al consumidor. Si el limón y el aguacate llegaron a costar (durante ¡dos años!) cuatro o cinco veces más de su valor habitual, esto no se debió al cambio de las condiciones climáticas ni a las demandas de la exportación –que son explicaciones en las que incluso las amas de casa creen en la actualidad–, sino simplemente al aumento del costo producido por la extorsión a los agricultores. Las cientos de denuncias enviadas al gobierno de Felipe Calderón por los vecinos de La Ruana fueron inútiles, como también lo fueron las que enviaron al gobierno de Peña Nieto en los primeros meses de su gestión.
A partir de febrero, los pobladores de las tres lo­ca­lidades comenzaron a reunirse en asambleas públicas para formar cuerpos de policías comunitarios que los protegieran frente a la extorsión. Se desató la gue­rra. Siguieron los enfrentamientos y los muertos. El go­bierno federal reaccionó hasta fines de mayo, enviando tropas y logrando algo que parecía imposible desde 2007 (cuando se iniciaron las primeras incursiones militares en Michoacán): despejó las carreteras, al pa­recer pactó con Los Templarios y otros grupos y, súbitamente, el precio del limón se redujo a sus niveles normales.
¿Qué fue lo que obligó al gobierno federal a adoptar las medidas que bien podía haber emprendido dos años antes?
La aparición de los policías comunitarios fue el pri­mer aviso de que la ominosa conjunción entre la indiferencia federal, la complicidad del gobierno local y la voracidad de los carteles había empezado a perder su poder. Pero lo que provocó la reacción oficial, según el reportaje de Bloomberg, no fueron los muertos, ni las extorsiones ni los secuestros que mantenían en zozobra a la población local, sino el aumento de los dígitos de la inflación. Según esos cálculos, el precio del limón –que se consume masivamente en el país– contribuye en 0.17% al costo general de la canasta básica. Los expertos en Estados Unidos que velan por la estabilidad de la economía mexicana, llegaron a la conclusión de que, sumados, los precios acumulados de alimentos de la canasta básica, propiciados por las extorsiones en todo el país, podían afectar hasta en 1% o 1.5% a los dígitos del inflación (que calculan entre 4.5% y 5% en total). Los telegramas empezaron a acumularse en las oficinas de Hacienda y el Banco de México, y entonces sí, la Secretaría de Gobernación, encargada por Peña Nieto, decidió actuar de inmediato.
Hay un ingrediente de portentosa perversión en los paralajes que definen en la actualidad a las prácticas de gobierno. Al parecer, la única razón que ha logrado afectar realmente a los cuerpos tecnocráticos es la sensibilidad de los dígitos: el estado de las aguas gélidas del mercado. Las vidas, los muertos, la emigración forzada, el abandono, la destrucción son una suerte de capital desechable.
La pregunta es qué hará esta misma tecnocracia cuando el mercado muestre que puede poner perfectamente a su servicio al crimen organizado. Empresarios y empresas canadienses han estado contratando desde hace varios años a sicarios para contener las protestas en contra de las condiciones precarias bajo las que trabajan. Varios activistas sociales ya han sido asesinados. Todo esto se sabía desde hace dos años, hasta que finalmente las denuncias llegaron al Senado. ¿Cuál fue la reacción del gobierno federal? ¡Solicitar una entrevista a la embajada canadiense! Uno piensa de inmediato: ¿es una broma? No. No es broma. Algo así como: para contener la inflación, incluso el Ejército es bueno. Pero nada que ahuyente a la inversión y los inversionistas. Por más que sean empresarios delincuentes. Finalmente, son empresarios.
El dilema actual de las sociedad mexicana es que, como alguna vez lo auguró Benjamin para el siglo XX, el estado de excepción se ha convertido en el estado permanente. Sólo que ahora no se requiere de líderes carismáticos ni órdenes fascistas para imponerlo. Es la lógica del mercado la que puede legitimarlo de manera despreocupada. Y por supuesto, el cuerpo que vela por que permanezca como la razón de ser de todo lo que nos hace modernos: la tecnocracia.

jueves, 25 de julio de 2013

Los límites morales de los mercados


http://www.project-syndicate.org/commentary/what-money-can-t-buy-by-michael-j--sandel

Portrait of Michael J. Sandel

Michael J. Sandel teaches political philosophy at Harvard University. He is the author, most recently, of What Money Can’t Buy: The Moral Limits of Markets.
Full profile
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The Moral Limits of Markets

TOKYO – Today, there are very few things that money can’t buy.
This illustration is by Pedro Molina and comes from <a href="http://www.newsart.com">NewsArt.com</a>, and is the property of the NewsArt organization and of its artist. Reproducing this image is a violation of copyright law.
Illustration by Pedro Molina
If you are sentenced to a jail term in Santa Barbara, California, and don’t like the standard accommodations, you can buy a prison-cell upgrade for about $90 per night.
If you want to help to prevent the tragic fact that, each year, thousands of babies are born to drug-addicted mothers, you can contribute to a charity that uses a market mechanism to ameliorate the problem: a $300 cash grant to any drug-addicted woman willing to be sterilized.
Or, if you want to attend a US Congressional hearing, but don’t want to wait for hours in line, you can enlist the services of a line-standing company. The company hires homeless people and others in need of work to wait in line – overnight if necessary. Just before the hearing begins, the paying customer can take his or her line-stander’s place in the queue, and claim a front-row seat in the hearing room.
Is there anything wrong with buying and selling these things? Some would say no; people should be free to spend their money to buy whatever someone else is willing to sell. Others believe that there are some things that money should not be able to buy. But why?  What exactly is wrong with selling prison-cell upgrades to those who can afford them, or offering cash for sterilization, or hiring line-standers?
To answer questions such as these, we need to pose a bigger question: What role should money and markets play in a good society?
Asking this question, and debating it politically, is more important than ever. The last three decades have witnessed a quiet revolution, as markets and market-oriented thinking have reached into spheres of life previously governed by non-market values: family life and personal relations; health and education; environmental protection and criminal justice; national security and civic life.
Almost without realizing it, we have drifted from having market economies to becoming market societies. The difference is this: A market economy is a tool – a valuable and effective tool – for organizing productive activity. A market society, by contrast, is a place where almost everything is up for sale. It is a way of life in which market values seep into social relations and govern every domain.
We should be worried about this trend for two reasons. First, as money looms larger in our societies, affluence – and its absence – matters more. If the main advantages of affluence were the ability to afford yachts and fancy vacations, inequality would matter less than it does today. But, as money comes to govern access to education, health care, political influence, and safe neighborhoods, life becomes harder for those of modest means. The marketization of everything sharpens the sting of inequality.
A second reason to resist putting a price tag on all human activities is that doing so can be corrupting. Prostitution is a classic example. Some object to it on the grounds that it typically exploits the poor, for whom the choice to sell their bodies may not be truly voluntary. But others object on the grounds that reducing sex to a commodity is inherently degrading and objectifying.
The idea that market relations can corrupt higher goods is not restricted to matters of sex and the body. It also applies to civic goods and practices. Consider voting. We don’t allow a free market in votes, even though such a market would arguably be “efficient,” in the economist’s sense of the term. Many people don’t use their votes, so why let them go to waste? Why not let those who don’t much care about an election’s outcome sell their vote to someone who does? Both parties to the transaction would be better off.
The best argument against a market in votes is that the vote is not a piece of private property; rather, it is a public responsibility. To treat a vote as an instrument of profit would be to degrade it, to corrupt its meaning as an expression of civic duty.
But, if a market in votes is objectionable because it corrupts democracy, what about systems of campaign finance (including the one currently in place in the United States) that give wealthy donors a disproportionate voice in elections? The reason to reject a market in votes – preserving the integrity of democracy – may be a reason to limit financial contributions to political candidates as well.
Of course, we often disagree about what counts as “corrupting” or “degrading.” To decide whether prostitution is degrading, we have to decide how human sexuality is properly valued. To decide whether selling prison-cell upgrades corrupts the meaning of criminal justice, we have to decide what purpose criminal punishment should serve. To decide whether we should allow the buying and selling of human organs for transplantation, or hire mercenaries to fight our wars, we have to think through hard questions about human dignity and civic responsibility.
These are controversial questions, and we often try to avoid addressing them in public discourse. But that is a mistake. Our reluctance to engage morally contested questions in politics has left us ill-equipped to deliberate about one of the most important issues of our time: Where do markets serve the public good, and where do they not belong?
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Los límites morales de los mercados


TOKIO - Hoy en día, hay muy pocas cosas que el dinero no puede comprar.
Este ejemplo está por Pedro Molina y viene de <a href="http://www.newsart.com"> NewsArt.com </ a>, y es propiedad de la organización NewsArt y de su artista.  La reproducción de esta imagen es una violación de la ley de derechos de autor.
Ilustración de Pedro Molina
Si se le condena a una pena de cárcel en Santa Barbara, California, y no le gusta las habitaciones estándar, usted puede comprar una actualización de célula prisión por alrededor de $ 90 por noche.
Si quieres ayudar a prevenir el trágico hecho de que, cada año, miles de bebés que nacen de madres drogadictas, puede contribuir a una organización benéfica que utiliza un mecanismo de mercado para mejorar el problema: una donación en efectivo de $ 300 a cualquier droga- mujer dispuesta a esterilizar adictos.
O bien, si desea asistir a una audiencia del Congreso de EE.UU., pero no quiere que esperar durante horas en línea, usted puede contratar los servicios de una empresa de línea de pie. La empresa contrata a personas sin hogar y otros en necesidad de trabajo que esperar en línea - la noche si es necesario. Justo antes de que comience la audiencia, el cliente que paga puede tomar su lugar o su línea de transeúnte en la cola, y reclamar un asiento de primera fila en la sala de audiencias.
¿Hay algo malo con la compra y venta de estas cosas? Algunos dirían que no, la gente debe tener la libertad de gastar su dinero para comprar lo que alguien está dispuesto a vender. Otros creen que hay algunas cosas que el dinero no debería ser capaz de comprar. Pero ¿por qué? ¿Qué es exactamente malo con vender actualizaciones de células prisión para aquellos que pueden pagarlos, o la oferta de dinero en efectivo para la esterilización, o la contratación de la línea de transeúntes?
Para responder a preguntas como éstas, tenemos que plantear una pregunta más importante: ¿Qué papel deben jugar los mercados monetarios y en una buena sociedad?
Hacer esta pregunta, y debatir políticamente, es más importante que nunca. Las últimas tres décadas han sido testigos de una revolución silenciosa, ya que los mercados y el pensamiento orientado hacia el mercado han alcanzado en las esferas de la vida que antes estaban regulados por los valores no comerciales: la vida familiar y las relaciones personales, la salud y la educación, la protección del medio ambiente y la justicia penal, la seguridad nacional y la vida cívica.
Casi sin darnos cuenta, nos hemos alejado de que tienen economías de mercado para convertirse en sociedades de mercado. La diferencia es la siguiente: Una economía de mercado es una herramienta - una herramienta valiosa y eficaz - para la organización de la actividad productiva. Una sociedad de mercado, por el contrario, es un lugar donde casi todo está a la venta. Es una forma de vida en la que el mercado valora filtran en las relaciones sociales y gobernar todos los ámbitos.
Deberíamos estar preocupados por esta tendencia por dos razones. En primer lugar, el dinero cobra mayor importancia en nuestras sociedades, la riqueza - y su ausencia - asuntos más. Si las principales ventajas de la riqueza eran la capacidad de pagar yates y vacaciones de lujo, la desigualdad se importa menos de lo que hace hoy en día. Pero, como el dinero viene a regular el acceso a la educación, la salud, la influencia política y vecindarios seguros, la vida se vuelve más difícil para aquellos de escasos recursos. La mercantilización de todo lo que agudiza el aguijón de la desigualdad.
Una segunda razón para resistirse a poner un precio a todas las actividades humanas es que al hacerlo se puede corromper. La prostitución es un ejemplo clásico. Algunos se oponen a ella por razones que normalmente explota a los pobres, para quienes la decisión de vender su cuerpo puede no ser realmente voluntaria. Sin embargo, otros se oponen por considerar que la reducción de sexo a un producto básico es intrínsecamente degradante y objetivar.
La idea de que las relaciones de mercado pueden dañar los bienes más altos no se limita a cuestiones de sexo y el cuerpo. También se aplica a los bienes y prácticas cívicas. Considere la posibilidad de votar. No permitimos que un mercado libre de votos, a pesar de que este mercado podría decirse que ser "eficiente", en el sentido de los economistas de la palabra. Muchas personas no utilizan sus votos, ¿por qué dejar que ellos van a perder? ¿Por qué no vamos a los que no importa mucho el resultado de una elección venden su voto a alguien que lo hace? Ambas partes en la transacción sería mejor.
El mejor argumento en contra de un mercado en las votaciones es que el voto no es un pedazo de la propiedad privada, sino que es una responsabilidad pública. Para tratar un voto como instrumento de beneficio sería para degradarlo, para corromper su significado como expresión del deber cívico.
Pero, si un mercado de votos es objetable porque corrompe la democracia, ¿qué pasa con los sistemas de financiación de las campañas (incluyendo la que actualmente está en marcha en los Estados Unidos) que dan a los donantes ricos una voz desproporcionada en las elecciones? La razón para rechazar un mercado de votos - la preservación de la integridad de la democracia - puede ser una razón para limitar las contribuciones financieras a los candidatos políticos.
Por supuesto, a menudo en desacuerdo sobre lo que cuenta como "corrupción" o "degradantes". Decidir si la prostitución es degradante, tenemos que decidir cómo la sexualidad humana está correctamente valorada. Para decidir si la venta de las actualizaciones de células cárcel corrompe el sentido de la justicia penal, tenemos que decidir qué castigo criminal propósito debe servir. Para decidir si se debe permitir la compra y venta de órganos humanos para trasplantes, o contratar a mercenarios para luchar contra las guerras, tenemos que pensar en las preguntas difíciles acerca de la dignidad humana y la responsabilidad cívica.
Se trata de cuestiones controvertidas, y que a menudo tratan de evitar hacer frente a ellos en el discurso público. Pero eso es un error. Nuestra renuencia a participar preguntas moralmente controvertidas en la política nos ha dejado mal preparados para deliberar sobre uno de los temas más importantes de nuestro tiempo: ¿De dónde proceden los mercados sirven al bien público, y de dónde no pertenecen?

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