¿De veras bajarán el gas y la luz?
Escrito por Guillermo Barba en febrero 5, 2014
Foto: Reuters.
La única manera de asegurar que eso sucediera, es que el gobierno mantenga controles de precios, es decir, por decreto.
Es cuando menos preocupante que el gobierno federal, desde la aprobación de las reformas estructurales, y en particular de la Energética, se mantenga echando las campanas al vuelo con promesas que parecen más buenos deseos de campaña, que una realidad.
Llama la atención que continúen los anuncios en los medios, respecto a que la reforma energética traerá como consecuencia que baje el precio de la luz y el gas.
En este espacio celebramos por supuesto la aprobación de esa reforma, que sin lugar a dudas va en el sentido correcto, hacia liberalizar el mercado de los energéticos del país, y propiciar la inversión de empresas privadas en el sector. Tendremos algunos empleos adicionales que nunca se menosprecian.
Sin embargo, vender que el que produzcamos suficiente gas natural nos traerá en automáticomejores tarifas eléctricas, tiene muchos inconvenientes tanto políticos como económicos, que más parecen una trampa de la que el gobierno de la República muy difícilmente escapará.
De entrada porque la única manera de asegurar que eso sucediera, es que el gobierno mantenga controles de precios, es decir, que por decreto, llegado el momento, decida que hay que comercializar el gas más barato. Punto.
Eso significaría dar un paso atrás, pues para que México prospere necesitamos que la gran mano gubernamental, deje de querer controlar con la política lo que, en la esfera económica, se mueve por sus propias leyes.
La cura para los precios elevados son siempre, y solo, los propios precios altos. Eso asegura que los agentes económicos tengan que hacer un uso más eficiente de los recursos, y con la caída de la demanda, los precios descienden. Esto último no puede hacerse por decreto sin empeorar la escasez, pues ¿resistirían las empresas vendiendo el gas a un precio tan bajo como lo decida el gobierno?
Venezuela es quizás el mejor ejemplo de que los precios no se deben controlar, pues eso es causa de distorsiones aún más graves en la economía, que terminan dañando a los más desfavorecidos.
Pero aquí en México, si no se controlara el precio, y si como debe ser, se dejara a las fuerzas del mercado determinar el precio del gas de manera libre, el gobierno no puede dar garantías de que el precio será menor.
Sí, mayor oferta podría traer como consecuencia que el precio descendiera, pero siempre y cuando la demanda no crezca incluso a un ritmo más acelerado, en cuyo caso, lejos de mejorar el precio, se encarecería todavía más.
Asimismo, hay una doble dificultad en el hecho de que las tarifas hoy por hoy, se encuentren ya por sí subsidiadas.
¿De veras tendrán contemplado en Los Pinos y Hacienda, que primero deberán eliminar el subsidio y luego “bajar” el gas por decreto? ¿O de plano pensarán usar los recursos que se adicionales que se obtengan de la producción pública y privada de gas para ampliar ese subsidio? Se antoja imposible para las finanzas públicas.
Por eso ahí está la trampa política.
Tarde o temprano el gobierno será exigido a dar resultados, y sobre todo, a cumplir su palabra. Lo malo, es que todavía ni siquiera hay leyes secundarias que marquen las reglas para la entrada de nuevas empresas al sector, y estamos a año y medio de celebrar nuevas elecciones federales.
Es un hecho que, a pesar de que ese tipo de proyectos extractivos toman años para entregar resultados, la oposición usará las mismas palabras que ahora se usan en los anuncios oficiales, para atacar al partido en el poder.
Aumentará la presión sobre el presidente Peña Nieto, que ojalá –desde ahora hacemos votos, resista la tentación y no se incline por seguir metiendo mano a los precios, que deberían ser libres.
La reforma energética es positiva, pero debemos ser realistas en que ni es la panacea, ni los resultados positivos se verán en el corto plazo. Si bajan el gas y la luz qué bueno, pero que sea por lo exitoso de una reforma que nos volvió más competitivos y eficientes, y no por el ansia de ganar el aplauso fácil.